Espero que ninguna de vosotras hayáis entrado aquí buscando
trucos o pócimas mágicas para quedaros embarazadas inmediatamente porque lo que
voy a contaros aquí no tiene nada que ver con eso, sino más bien con mi
relación con mi amigo Murphy. Ya sabéis, el de “si algo puede salir mal, saldrá
mal” o el de la tostada que siempre cae por el lado de la mantequilla.
Digo que es mi amigo porque muchas veces creo que este
hombre rige mi vida de tal manera que provoca situaciones de lo más surrealistas.
Unas buenas, otras menos buenas.
Una típica situación “Murphy” es, por ejemplo, llevar todos
los días el paraguas en el bolso y que haga siempre un sol radiante y que el
único día que me dejo el paraguas en casa se ponga a diluviar (está claro que
esto era cuando vivía en España porque lo de “siempre un sol radiante” aquí se
da poco). O que yo todos los días llegue puntual a la estación y mi tren
siempre tenga retraso (sí, los trenes alemanes no son tan puntuales como los
pintan) y que el único día que yo llego con unos segundos de retraso el tren
haya llegado a su hora y me deje allí plantada en el andén.
¿A cuántas de vosotras no os han pasado cosas así nunca?
Lo peor es cuando hablas con otras mujeres sobre tus deseos
de quedarte embarazada. Todas (todas, todas) las que ya tienen hijos siempre
tienen una de estas historias con las que esperan animarte (y lo único que
consiguen es que te creas la persona con peor suerte del planeta): que si no
bebieron durante meses alcohol y justo el ciclo en que se tomaron una copita se
quedaron embarazadas, que si se tiraron meses haciéndose tests de ovulación y
justo el mes que echaron un polvo rápido sin pensar en los días fértiles
tuvieron su positivo, que si dejaron de viajar por miedo a estar embarazadas y
justo el mes que reservaron avión para ir a Cancún descubrieron que iban a ser
mamás y tuvieron que cancelar el viaje... Y como éstas, mil y una historias
más.
Como ya sabéis, yo llevo ya casi dos años buscando bebé, dos
años tomando ácido fólico, dos años sin beber alcohol, dos años tomándome la
temperatura, haciéndome tests de ovulación, renovando mi seguro de cancelación
de viajes, etc., etc., etc.
Y… ¡hasta aquí hemos llegado! Esta vez he decidido jugar con
juego y ver si Murphy de verdad existe.
Este mes ya no he podido resistirme a la tentación y me he
tomado un par de cervecitas y un par de copitas de champán. Cada una un día,
claro, no de golpe. Es que ahora con el buen tiempo y los Biergarten…
Además, con el buen tiempo y por la época del año que es, la
presencia de polen en el aire se ha hecho de nuevo insoportable y en contadas
ocasiones he tenido que tomar antihistamínicos. En el prospecto dice que no hay
riesgo para las embarazadas pero yo, por si acaso, evito tomarlos en la medida
de lo posible. Este mes, de verdad, no quedaba otro remedio.
Otra cosa es la cita con el endocrino, que la tengo en julio
y por la que llevo casi dos meses esperando. ¿No sería una pena que por fin
alguien se dignara a hacerme análisis de todas las hormonas que participan en
el ciclo menstrual y que son vitales para un embarazo y que justo ahora
estuviera embarazada y no pudiera hacérmelos?
Tampoco hay que olvidarse del vuelo que compré hace dos
meses para irme a España la semana que viene. Y ya no sólo es que me haya
comprado el vuelo, es que además le he anunciado ya a todo el mundo cuándo
llego, cuántos días voy a estar y qué planes tengo y con quién. ¿Tendré que
cancelarlo y darle explicaciones a todo el mundo?
¿Y no sería una pena también que tuviera que dejar de
publicar mi blog justo ahora que la cigüeña empieza a despegar?
Sí, yo creo que hay motivos suficientes para que este mes me
dé positivo el test de embarazo. Este mes el “el mes” porque… se lo estoy
poniendo a huevo al Murphy, ¿no creéis?
Si, según la cultura popular, al beber alcohol una sola vez
durante la búsqueda aumenta las posibilidades de quedarse embarazada y si lo
mismo pasa al tomar medicamentos, reservar un vuelo, tener una cita con un
médico al que no puedes ir estando embarazada, o no desear el embarazo justo
ese ciclo porque prefieres pasarte el verano en la playa sin preocuparte de lo
que le pueda pasar a tu bebé en el avión, entonces…
¡estoy embarazada!
Pero como no sea así, me van a oír todas las mujeres que se
empeñen de nuevo en contarme historias como las que he os contado antes. Y no
sólo estas mujeres, también los médicos que me mentan las estadísticas sobre la
efectividad de los métodos que quieren probar conmigo.
¡Señores, déjense de rollos!
Y, sí, señor Murphy, ya veremos en los próximos días si vuelve
usted a hacer de las suyas.